Caen los torrentes de lágrimas
por los párpados de las laderas
arañan las rocas el rostro
de piel roja y arraigada
La luz más antigua del tiempo
en el bosque nocturno del cielo
rompe el tapiz inundado de perlas
para hacer brillar la sangre
que atraviesa las gargantas
de los inocentes pájaros
El rayo estalla en las células
de las columnas del templo de la tierra
haciendo bullir el insondable interior
de los gigantes anclados
De arriba hacia abajo
De abajo hacia arriba
El calor del rey no consigue
detener el rasgar del frio
contra mi débil aliento
Y mi corazón, mi faz
mis piernas, mis ojos
no lo cambian por nada
Asientos de vida y sombra
atravieso el rio por un camino de viento
me agarra una mano firme
tallada por los elementos
Los muros del castillo
lanzan sus pétreos ojos
a las criaturas del inframundo
atrayéndolos hasta el puerto
de las dos torres carmesíes
Siendo el heraldo
la gigante alada de las montañas
expectante del ascenso
al lugar santísimo
donde poder ser enclavado
por la lanza lumínica de la estrella.
¡Hasta la próxima!