Por las estribaciones de Sierra Bermeja - 1ª senda
Grato paseo de primavera entre flores, ríos y aves.
Llevo leyendo varias semanas las etapas del camino de Santiago del compañero
y voy a pretender imitar, con menos estilo que él claramente, la narración de un camino que realicé hace unas semanas con mi amigo Charly por Sierra Bermeja.Ya he hablado anteriormente de esta montaña del sur de Andalucía, sita en varios municipios de la provincia de Málaga, en la parte occidental y que forma parte a su vez de la Serranía de Ronda junto con otras tan conocidas como la Sierra de Grazalema, la Sierra de la Nieve o el Valle del Genal. Geológicamente extrañísima por estar formada por peridotitas, roca proveniente del manto terrestre y botánicamente asombrosa poseyendo una cantidad de taxones únicos por superficie muy alta.
Es 10 de mayo, sobre las 9.15 de la mañana dejamos el coche en una cruz de caminos junto al cementerio municipal, la ruta es circular y aunque se puede hacer desde nuestras casas, se agradece quitarse cuatro kilómetros que no aportan nada a los sentidos. Empezamos a caminar por asfalto entre casas de campo, o que anteriormente lo eran, porque la mayoría a día de hoy son chalets con piscinas y nos enfrentamos a una fuerte pendiente, los primeros 3 kilómetros son casi al completo cuesta arriba, 300 metros de desnivel. Primero hacia la llamada Loma del Esparragal, destruida casi por completo por un vertedero de escombros y unas plantaciones de aguacates de esas que invaden toda la costa. Mirando hacia el frente se ve la línea de alta tensión que marca la generalidad del camino a seguir ya que esas pistas forestales están en parte creadas para su mantenimiento.
Tras la loma del esparragal hay unos metros de terreno llano, a nuestra izquierda discurre el Arroyo de Guadalobón —al que luego volveremos en una zona más alta— y nos deleita con el sonido del agua de alguna pequeña cascada y al pie del rio, la cabreriza municipal. Ahora nos adentramos en un estrecho sendero entre claros y pinares donde dejamos atrás el suelo de gneis y ya empieza la peridotita y las plantas endémicas adaptada a esta roca florecen. Es además la primera parte de una ruta "destruyerodillas" que asciende hasta cerca de la cumbre por una de las aristas de la montaña, con 10 o 15 años menos igual podría plantearme esa barbaridad. Entre el canto de pinzones y mirlos te sacan de la tranquilidad dos personas en el campo de tiro adyacente, el disparo hace eco entre valles y es desagradable, no suelen estar pero hoy los tenemos que aguantar. Antes de salir de este sendero volvemos a tener unas geniales vistas del valle del Guadalobón con numerosos saltos de agua. En esta parte de la montaña se generan cantidad de pequeños arroyos que iremos encontrando prácticamente a cada kilometro.
Llegamos a la pista forestal que nos acompañara gran parte del trayecto, el sol calienta más de lo que me gustaría y el estomago pide un tentempié, decidimos avanzar hasta el arroyo Guadalobón, refrescarnos y comer. Aunque lleve semanas sin llover en condiciones, todo lo acumulado de Marzo y Abril hace que la floración sea espectacular, desde 2018 no veía el campo tan verde. Las asteraceas (margaritas) cubren el suelo, lavandas, jaras... Casi llegando al lugar convenido para el desayuno mi amigo intuye una charca algo más abajo, acepto un poco a regañadientes el salirme del camino porque por desgracia no me sobra el tiempo pero tiene mi total reconocimiento de que es un lugar magnífico para sentarse y darle un ataque a la baguete mixta. Comemos tranquilamente a la sombra del saliente de rocas, rellenamos las botellas de agua y continuamos.
Nos encontramos ya en las laderas del Morrón del Zagalete, un promontorio secundario pero que destaca mucho según el punto de vista desde donde observes el macizo. No recuerdo bien la historia, la leí hace muchos años pero su nombre viene a cuento de un aviso que dio un chico (un zagal) desde este lugar en el contexto de las guerras entre cristianos y musulmanes y que evitó un ataque sorpresa de uno de los bandos. Las nubes se están formando a rachas sobre nuestras cabezas por suerte, es una de las últimas rutas que haré porque no aguanto el calor. Al menos entre estas nubes y los márgenes derechos de los arroyos la sombra nos da tregua. El siguiente curso de agua es la garganta de las minas, afluente del Guadalobón. Cerca de esa confluencia hay varias construcciones ya semiderruidas de la segunda mitad del siglo XIX o primera del XX usadas por los trabajadores de la mina de San Manuel de la que se extraía principalmente magnetita aunque también había pequeñas cantidades de otros minerales como la pirita. Como dije al principio, geológicamente es extraordinaria. Nos volvemos a refrescar las caras y brazos, pasamos la curva y hacia el siguiente arroyo.
La pista aquí se eleva un poco antes de llegar al arroyo de mi infancia al que tengo un cariño especial, llamado de los Polvitos —otro afluente del Guadalobón—. Por la parte superior de la pista discurre por una roca que parece cortada por una cizalla, totalmente plana, casi artificial y hacia abajo forma una línea de cascadas y paredes rocosas que lo hace bastante inaccesible. Siempre de pequeño soñaba subir por ese arroyo hasta su nacimiento, ahora veo que no hubiese podido hacerlo fácilmente. Todos estos cursos que, en el contexto de esta sierra, tan abrupta y cercana al mar, podrían considerarse medianos, tienen agua a cierta altura incluso en verano. La peridotita es impermeable, así que cuando el agua es absorbida, se introduce por los huecos que forman las rocas pero no calan como haría la caliza sino que cuando topan con la roca madre acaban saliendo por algún otro lugar a menor altura, formando reservas que van manando constantemente durante meses aunque no haya precipitaciones.
Avanzamos unos metros, pasamos el diminuto Arroyo de la Miel, seco a esta altura pero que mana más abajo y tras salir de su "valle" acaba la pista forestal y no sin algo de dificultad encontramos un estrecho y casi abandonado sendero que hace las delicias de este camino. La pista forestal es amplia y cómoda pero andar por puro monte es otra historia. Las flores se agolpan en los pies, margaritas, gladiolos, Iberis, Allysum; mariposas y abejillas vuelan cerca de ti y los pájaros son variados y abundantes, Tarabillas, carboneros, tórtolas, agateadores, currucas e incluso un ave de mediano tamaño que no pudimos identificar. Aquí el sol aprieta con ganas, aunque no le echamos tanta cuenta disfrutando el paisaje: es una ladera abierta, cubierta de arbustos, gramíneas y otras hierbas, los pinos salteados no aportan nada de sombra y empezamos a quemarnos los brazos y las piernas. Desde aqui hay una vista genial al Morron del Zagalete.
Ya queda poco para acabar lo más interesante del camino, aunque siempre hay sorpresas y empezamos a ver bandos de buitres leonados y milanos negros, que suelen visitar frecuentemente este área por la planta de gestión de residuos urbanos que hay a unos kilómetros para alimentarse de restos. Esta planta, construida al pie de la montaña es un peligro en potencia que alguna vez nos ha dado un susto provocando incendios además del impacto visual y la contaminación pero por verle un lado bueno atrae a muchas aves y es lugar de descanso en las migraciones desde África.
Ya casi hemos llegado al parque forestal periurbano de Los Pedregales, hemos dejado atrás el cauce seco del Arroyo de los Chivos que al igual que el de la Miel si que tiene agua en una cota inferior. El sendero termina bruscamente y entramos en otra pista forestal. No nos habíamos encontrado con un alma hasta ahora, una chica joven extranjera, seguramente inglesa camina con dos bastones a buen ritmo, si yo me he quemado ella se va a quedar como un tomate y 10 minutos después a una pareja también extranjera —el chico saluda, ella ni nos mira— paseando unos perros del refugio de animales abandonados cercano. El camino se bifurca —o "trifurca"— en este lugar, a la derecha se va hacia la perrera, el Arroyo del Infierno y la continuación del camino que rodea todo el macizo; en el centro está el parque de Los Pedregales con sus barbacoas, columpios y la ermita del patrón del pueblo, San Isidro, aquí se celebraba la anteriormente muy popular romería que año tras año va cayendo en el absoluto olvido; y por último a la izquierda está nuestro destino, mas mundano a través de una carretera asfaltada de campo, que nos lleva a recorrer los mismos arroyos que he nombrado pero en sentido inverso. No nos cruzamos aquí tampoco con casi nadie, algunos coches de gente que accede a sus fincas. Lo más interesante es otra cabreriza junto al arroyo de la Miel en la que los animales descansan y un perrito se nos acerca curioso pero sin dejarse tocar. Son 3,5 kilómetros que hacemos ya en modo automático para llegar al vehículo con una última cuesta de "premio" y acabamos el día cansados y quemados pero muy contentos con el camino.
Mi idea es continuar estos senderos y pistas en varios días separados hasta rodear Los Reales al completo; al menos habría que hacerlo en cuatro veces y con ayuda de alguien que nos deje y recoja por la imposibilidad de llegar andando o en transporte público pero esta pretensión se quedará en pausa hasta el siguiente otoño porque un servidor no va a andar mucho más bajo el abrasante sol andaluz en estas fechas. Espero que os haya gustado el trayecto y vuelvo a recomendar la newsletter de
que tantos ánimos me da de salir al monte a simplemente caminar y disfrutar de las sencillez y complejidad de la naturaleza.¡Hasta la próxima!
Gracias por la recomendación, Sacro. Me alegro de que mi newsletter te haya servido de inspiración, aunque no sé si se puede decir que yo tenga "estilo" 😅😅
Me ha gustado mucho la ruta (muy curioso ese arroyo de los Polvitos). Preciosos paisajtes; tan diferentes a los del norte. Tengo como asignatura pendiente conocer Andalucía; eso sí, en una época que no sea verano, que yo el calor también lo llevo fatal.
Un abrazo.
¡Asombroso! La mejor lectura de hoy. Te has ganado mi corazón de sendero-montañera