Luego que el viento cedía en sus violencias y los últimos aludes se deslizaban por las laderas, llegaba lo más hermoso. Los prados florecidos extendían por doquier su magnificencia, mientras los picos nevados, los glaciares centelleantes se destacaban sobre el cielo purísimo y se reflejaban en las aguas mansas y verdosas del lago. Todo aquello llenó mi infancia y pudo también llenar mi vida entera. El lenguaje de Dios suena fuerte en la majestuosidad de la Naturaleza y quien lo ha escuchado en su niñez, sigue oyéndolo durante toda su existencia aunque quiera taparse los oídos.
Como ya he dejado caer por aquí en alguna ocasión, tras leer El Caminante de Hermann Hesse, y quedarme maravillado con su prosa, necesitando de más, tuve el impulso irrefrenable de querer descubrir cada párrafo de este autor alemán de la primera mitad del siglo XX. Me hice con otros diez títulos suyos y después de ojear las típicas recomendaciones de la mejor manera de leerlo, decidí simplemente empezar por el principio e ir percatándome de su evolución a través de los años, aunque leyendo Peter Camenzind tengo la sensación de que los ejes en los que rotan todos pueden ser comunes.
El Caminante relataba un viaje del propio autor al norte de Italia, narrando las preciosas estampas naturales y humanas del camino a través de los Alpes. Ya en la contraportada de Peter Camenzind —nombrado por el protagonista— avisa que está “basada en gran parte sobre material autobiográfico” y se nota, de hecho, esa afirmación me hizo pensar, casi durante todo el recorrido, que era una biografía; me era difícil disociar entre el personaje y el escritor.
La historia de Peter es su propia vida, contada por su futuro yo, desde que era un infante en la aldea al pie de las montañas donde nació hasta, calculo, cerca de los treinta años y su periplo hacia un lugar que no tiene claro, dejándose llevar en parte por los vaivenes del destino con un propósito que se va clarificando conforme avanza la ‘trama’.
Esta pasa por varias fases, comenzando en su aldea hasta ser adolescente; ahí vive en un mundo cerrado, de trabajo duro y de una familia algo problemática a ratos, una madre dedicada a las labores y un padre dedicado a empinar el codo. Ya desde un principio siente esa veneración devota a todo lo natural, como muestra el párrafo citado en la parte superior del post y una intelectualidad latente que aun no ha tenido oportunidad de ser expresada y es debido a una carta muy bien escrita que le es permitido comenzar sus primeros estudios.
Con posterioridad, un evento excepcional será el que lo fuerce a marchar a distintos lugares de los países vecinos, a dedicar sus esfuerzos a las labores de escritor y a su vez provocaran una concatenación de sucesos que lo harán pasar por periodos de viveza, de melancolía, de creatividad, de depresión, y del más puro amor y amistad. Las oscilaciones de las emociones de Peter le harán cuestionarse su lugar en el mundo, la propia desidia de su existencia y la del resto de la humanidad. Hay un párrafo que, escrito hace 120 años, detalla con exactitud lo que cualquiera que haya estado crítico de estado de animo a día de hoy puede sentir en sus carnes.
Quien no haya sentido en su alma la melancolía, no podrá comprender lo que eso representa. ¿Cómo describirlo? Tenía una sensación de horrible soledad y me apercibía de que entre los hombres y yo, entre la vida de la ciudad, de las plazas, de las calles, de las casas y mi propia existencia, se abría un ancho abismo. Todo me era indiferente. Las grandes noticias que publicaban los periódicos, las desgracias que ocurrían en la ciudad o entre el círculo de mis relaciones, ¿Qué importaban? Se celebraban fiestas, se enterraban muertos, nacían nuevas vidas, se daban conciertos, recepciones. ¿Y todo ello por qué? ¿Para qué?
Y a pesar de sus profundos momentos de angustia también consigue hacer grandes actos altruistas que nos permitirán reflexionar sobre el sentido de la comunidad que estamos perdiendo con el individualismo feroz que impera y del que yo tampoco escapo por desgracia aunque sea consciente.
No voy a entrar en más pormenores de la historia porque no tendría sentido, solo añadir como colofón, que me encuentro extasiado con la escritura de este señor, tocando temas para mi trascendentales en forma de historias de personajes con anhelos, preocupaciones, aflicciones y pasiones totalmente humanas y creíbles, saltando de las paginas y haciéndote buscar equivalencias en tus propias vivencias, tanto cotidianas como extraordinarias.
Continuare leyendo a Hesse, quizá espaciando unos meses para disfrutarlo como es debido e intentare traerlo de nuevo aunque me siento impotente tratando de escribir este texto ya que soy absolutamente incapaz de expresar mis sentimientos y esto es solo un esbozo cutre de lo que podría ser.
¡Hasta la próxima!
Yo también soy una fascinada de Herman Hesse, y ahora veo qué poco he leído de él y aún sé menos de su vida, gracias por acercarnos lo con tanto amor.
A mí no me parece nada cutre este esbozo, discúlpeme usted. 😄
Gracias por traernos esta reseña. Me han dado ganas de leer algo de Hesse cuando acabe lo que me estoy leyendo ahora (El arte de pensar, de Rolf Dobelli)...
Un abrazo!