Continuando con la visita a Hungría y las vivencias en la naturaleza que tuve, una de las mas destacadas fue la simple entrada al bosque de Bakony por Németbánya, un pequeño y pintoresco pueblo de poco mas de 100 habitantes encajado en una ‘península’ de campos de cultivo dentro de estos montes. Pero también estuve vagabundeando por los márgenes de las carreteras adyacentes a los ya recogidos campos de maíz y girasoles, que junto al trigo y alguna planta mas, son la principal plantación del país. Y no es poca cosa, porque más de la mitad del territorio de Hungría son tierras cultivables gracias a las grandes planicies que forman la llanura Panónica y las cuencas hidrográficas del Danubio y otros ríos menores.
Mi ilusión, como comenté en la publicación anterior era encontrar a la Amanita muscaria, esa famosa seta roja con pintas blancas. Pero la botánica, como mi principal área naturalista no se queda atrás y los primeros días me dedique a buscar plantas cercanas en la misma carretera, todavía quedaban flores porque no habían bajado las temperaturas de manera radical y junto a la aplicación iNaturalist recogí datos para ir haciéndome un pequeño catálogo de lo que se puede encontrar en el área. Por lo general, estas plantas eran remanentes del verano y no la flora otoñal en si como podrían ser los Crocus. Permanecían, aunque algo solitarias aún, flores de Solidago, Silene, Saponaria, achicoria, dientes de león o margaritas. Los tejos de plantación junto a las casas lucen sus rojos arilos, preparados para que las aves puedan dispersar sus semillas y algún que otro arce esta tornando a colores ocres o rojizos pero todavía queda para que el otoño empuje a los arboles a absorber lo posible de sus hojas y las deje caer.
Un par de días más tarde empieza un poco la exploración, un corto paseo por un bosquete pasado la aldea de Kup. La misma flora arbórea que en Bakony, quizá un poco menos de variedad, aunque una abundancia de fresa silvestre se hacia notar en las zonas luminosas, también algún Aligustre aislado, especie que no había observado (o no me había dado cuenta) antes de forma natural. A parte de la belleza ya habitual de la foresta y de encontrar algún rastro de jabalís o ciervos y unas pocas setas no vimos mucho más pero fue un agradable paseo.
A los dos días de visitar Kup mi pensamiento era de dejarme caer por Németbánya, el pasado verano ya tuve la suerte de poner los pies allí y fue increíble, ver setas en agosto donde vivo es impensable pero es que además se nos acercaron corriendo un grupo de ciervos, retumbando en el silencio, sin percatarse de nuestra presencia y llegamos a tenerlos muy cerca. Esa mañana llovía y pensé que tendría que cancelar el plan pero por suerte se detuvieron los chubascos y aunque dudando, vaya que acabara empapado lejos del coche, dije “ahora o nunca”.
Tras una media hora de conducción, me gusta ir lento para ir observando y porque las carreteras no es que sean precisamente autopistas de tres carriles, aparqué bajo unas piceas en el comienzo de un par de senderos que parten de allí. Hay unos 200 metros de sendero bajo los arboles que ya mostraban una previa de lo que encontraría posteriormente. Luego la galería se abre y se ve un campo precioso lleno de hierba y algunas flores residuales, Tanacetum, alguna Prunella, Ononis y una solitaria Linaria que no pude fotografiar bien detrás de un vallado. Había dos opciones en ese prado, era una ruta circular y finalmente acabaría en el mismo lugar así que tomé el que no usé el año pasado, entonces me aproximé hacia el fondo del camino, pasando al lado de un majuelo algo destartalado.
En Bakony la entrada al bosque era más sinuosa, mas escalonada, aquí es abrupta, como si miraras a una muralla verde gigantesca y pasaras por la única puerta disponible, dejando todo atrás en una vertical perfecta, una vez entras cambian las luces, el aire, la humedad, la temperatura y el sonido. Y se hizo el título de la publicación, en 100 metros vi más setas juntas de las que nunca pudiese imaginar, y estaba solo observando unos metros a cada lado del sendero. Cuando me acercaba por una de mediano tamaño o color más vivo, por llamativa, acababa encontrando 15 más por el camino, tenía que tener cuidado de no pisarlas, no os sabría decir lo que eran, solo que salían, valga la redundancia, como setas en aquel lugar. Seguí caminando entre hojas secas, y algunos arroyuelos de agua clarísima hasta que llegué a uno de los puntos claves donde hice un corto descanso en Pisztrángos-tó, literalmente, el lago de las truchas. El agua totalmente en calma me permitió sacar esta preciosidad de imagen.
Este es el punto al que llegue el pasado año así que tras llegar al lago me tome el resto del camino algo mas ligero, sin tanta búsqueda, seguía frito por dar con la Amanita pero ya apretaba algo el hambre y la sed y como salí pitando de casa pues ni me acorde de echar nada a la mochila para picar. Así que poco mas ocurrió ese día, me reuní de nuevo con una seta vieja amiga que había crecido en el mismo sitio, una estilo Ramaria, pero de otro género, algunos escarabajos peloteros escalaban por los musgos de una rambla producida por el agua y finalicé el camino esquivando algunas ortigas (en serio, crecen como bestias) y de vuelta al prado.
Para terminar solo enseñar algunos collages de setas que pude fotografiar que espero que disfrutéis tanto como yo.
¡Hasta la próxima!