Tengo un seguimiento por apps de todo lo que hago respecto al ocio, no es una obsesión de tenerlo todo en el móvil ni nada por el estilo porque antes simplemente lo hacia en papel, solo que así queda mas fácil, ordenado y con mejor pinta. Y algunas ventajas mas.
Para los libros uso la App Goodreads y desde entonces incluso leo mas y descubro nuevos textos. Funcionando mas o menos como una red social pero muy lenta, puedes añadir amigos o seguir personas y ver en que lecturas están enfrascados o cuales les gustaría empezar.
Luego, para otra de mis comunes aficiones, el anime, uso My Anime List. Esta me enseña los animes de cada temporada y puedo ir marcando los que he visto, los que estoy viendo o los que quiero ver y puntuarlos si considero, no tiene mucha ciencia.
La tercera y último de mis apps de catalogación es Stash, esta solo para móvil, y aunque con pocas posibilidades de interacción social me permite ver un catalogo de juegos inmenso, con hasta el juego independiente mas (perdonad la vulgaridad) mierdero que exista estando en sus listas. Entonces hay fechas de lanzamiento, imágenes, videos, información sobre los desarrolladores, reseñas, puntuaciones y tus propias listas de lo que has jugado, quieres jugar o estas jugando, al igual que en las otras dos anteriores.
Y a cuenta de esta última viene esta entrada, porque apuntando el último videojuego que he empezado en Stash, eché la vista atrás a todo este año y sentí que hacia tiempo que no jugaba a nada y no era eso, era que la mitad de los juegos que he empezado este año los he acabado abandonando y me puse a intentar buscar la causa de cada uno en mi mente ¿Era aburrido? ¿Era demasiado largo? ¿No tengo tiempo? o ¿La velocidad de la vida e internet me permite estar 25 o 30 horas con el mismo? Pues un poco de todo eso y un poco de otras cosas.
Con los cuatro meses por paternidad, la niña siendo pequeña y el mes que estuve solo en casa tuve bastante tiempo de jugar y quise probar cosas que tenia en la biblioteca y otras que iban saliendo nuevas. Pero iba empezándolos y a las pocas horas perdía las ganas de jugar o me cambiaba a otro o me descubría metiéndome en las webs de noticias o con el móvil totalmente despistado.
El primero que abandone este año era Moonlighter, un roguelite, que bueno, era comprensible porque no es un género que me guste. Luego abandone, aun mas rápido Punch Club 2, se me hizo repetitivo, luego dejé de jugar a Wakfu… ya empezaba a mosquearme, me había comprado esos juegos y sentía casi la obligación de pasármelos, como si fuera un trabajo que dejara a medias. El cuarto juego fue Bandle Tale, este, a pesar de ser mas largo y de que el ultimo tercio se me hiciera pesadísimo me obligué a terminarlo ya como una cuestión de cabezonería y orgullo. El quinto fué Last Epoch, un ARPG estilo Diablo que si me gusto pero en el que iba previamente con la mentalidad tambien de “tengo que terminarlo”. Tras estos dos “exitos” volvió a ocurrirme lo mismo que con los tres primeros en el Mageseeker, el remaster del Diablo II, el Tarisland y el Ogu and the secret forest. Únicamente salí del atolladero con un RPG llamado Terra Memoria que si que aprecié y que terminé, quizá el primero de todo el año, con ganas. (Disculpad por este listado chorra)
Videocaptura de Ogu and the secret forest
Evidentemente no tengo ya ni 7 ni 10 ni 15 años, cuando eres mas joven y todo el aficionado a videojuegos que haya nacido en los 80 o principios de los 90 sabrá, teníamos un juego, con suerte dos, al año. Y como no había otra cosa pues lo exprimías al máximo, te sabias cuantas escamas tenia Spyro el dragon o hasta el número de DNI del Profesor Oak en Pokémon. Y es que a día de hoy se produce un salto generacional y del mercado en el que entramos en esta contradicción de que tenemos menos tiempo y mas videojuegos y recursos que antes. Y ese tiempo está siendo el eje del combate del capitalismo para tomárnoslo. El problema es que los videojuegos, sobre todo los de un solo jugador son un producto de consumo lento, dependiendo del genero, de decenas de horas, al igual que lo puede ser un libro. No puedes hacer lo de las plataformas de streaming como Netflix o Youtube y ponerte un aumento de velocidad x 1,5 porque no tiene sentido y eso provoca una saturación en tu cola de ‘deseados’ y a la vez en ciertas personas el fenómeno del FOMO (Fear of missing out o miedo a perderse algo) y la sensación de deber terminar esto para comenzar con otro mas nuevo lo antes posible.
Pero como contraparte de toda esta vorágine y aunque pueda parecer obvio aparece la posibilidad de ceñirse al disfrute hasta que ya no lo sea. Juegas 2 horas a algo y ya no te apetece, no pasa nada, déjalo, no te fuerces. Empiezas un libro y a la mitad no quieres continuarlo, no pasa nada, déjalo en la estantería y escoge otro que te llene en ese momento. Puedes dejarte cosas a medias, sin terminar, porque lo importante es que es ocio, que es algo a disfrutar, no algo que estés obligado a hacer y esa es la respuesta a todas las preguntas que formulaba antes.
¿Era aburrido? ¿Era demasiado largo? ¿No tengo tiempo? o ¿La velocidad de la vida e internet me permite estar 25 o 30 horas con el mismo?
Si era aburrido déjalo porque no estas ‘aprovechando’ tu tiempo de ocio, haz otra cosa o si no te apetece no hagas nada.
Si era demasiado largo y se te hace pesado puedes dejarlo también y si ya se te antoja volver en otro momento puedes continuar.
Si no tienes tiempo es aun mas evidente que deberías aprovecharlo en algo que te llene.
Y si la velocidad de internet o en las redes sociales no te permite realizar una tarea mas sosegada o larga en el tiempo, tal vez si sea algo para reflexionar porque esta afectándonos a nivel cerebral y social a muchos niveles y es claramente un estadío peligroso que influye en toda nuestra cognición.
Y aquí acabo, disponiéndome a abrir el videojuego que estoy probando actualmente, sin expectativas, sin presiones, hasta donde mi mente diga basta.
¡Hasta la próxima!