Cierro los ojos, algo de tenue luz del exterior todavía llega a mis pupilas, ojalá unos parpados más gruesos. Apoyo la oreja en la almohada deseando no concentrarme; pero desear es pensar y eso me lleva a estar concentrado aunque intente dormir. El primer circulo se cuela en mi oído, los vehículos en la lejana autopista siguen rodando a esta hora y hacen su sonido de ráfaga, uno, y otro, y otro. Ya pasarán. Es enero y por suerte la actividad humana disminuye significativamente cuando el sol se esconde y cierran los comercios. También hace fresco y ha llovido. Pero vivo en el constante temor de lo que se hacen llamar los "días buenos", esos de sol y calor con esponjosas nubes transitando sobre las cabezas de los niños en los parques y los padres en los bares. El primer circulo de ruido significaría, irónicamente, que existe el silencio suficiente para poder escuchar lo mas apartado.
El segundo circulo es también algo lejano, a veces depende de los vientos que traen o alejan las ondas sonoras hacia el este o el oeste. Las dos ferias que tenemos aquí son el mejor ejemplo, si el viento sopla de levante puedes fingir perfectamente que no existen, si el viento, por el contrario, lo hace de poniente, puedes escuchar los chirriantes sonidos de las atracciones, la estridente rifa de la tómbola y si me apuras, casi que los gritos individuales de cada ser humano. Con estos eventos anuales vienen acompañados fuegos de artificio y otras perogrulladas similares que, aun teniendo la fortuna del viento afín, van a explosionar ferozmente en todo el pueblo. Y volviendo al verano, todas estas fiestas, cines, desfiles y saraos provocan un ruido constante que nadie esta dispuesto a interpelar de ninguna manera.
El tercer circulo parece riguroso axioma de los pueblos del Mediterráneo, no rememoro si se lo leí a Graeber o a Wilson —me inclino más por el segundo— pero ya decían que las gentes de los lugares con climas calurosos tendían a hablar con un volumen mas alto para ser escuchados en el exterior, ya que pasaban más tiempo fuera de sus viviendas. Esa costumbre parece no perderse y me cuesta aceptar que haya tan poca empatía hacía la gente que de noche necesita meterse bajo las sabanas temprano. Este circulo lo circunscribo a mi propia calle, suficiente cerca para molestar, demasiado fuera de mi control para poder hacer algo al respecto. El bar bajo casa, los niños chillando, los adolescentes hablando a voces sentados en el banco de enfrente poniendo música en el móvil o el chulito de la moto que petardea son probablemente el cúmulo de ruido más irritante que uno puede soportar.
El cuarto circulo está dentro de mi propia vida y la de mis vecinos, mi piso es antiguo, de paredes finas, de techos retumbantes, de ojo patio atronador aunque también de costumbres. El programa de concursos nocturno sé que acabara sobre las diez y media, el fregoteo y traqueteo de platos y vasos algo más tarde aunque no es diario, mis gatos dejaran de maullar cuando se aburran a los cinco o diez minutos de apagar las luces, el motor de la nevera me ofrecerá una tregua para relajarme entre cargas de frío y el perro, si está a mi lado terminará de lamerse la pata en algún momento o se le acabará el pienso que cruje entre sus dientes desde la cocina.
Y tras decenas de minutos, a veces horas, puede que se haga el silencio de nuevo y si por desgracia sigo concentrado, empezaré a escuchar el quinto circulo. La latente sangre en mis oídos, pulsando rítmicamente. El pequeño pliegue en mis fosas nasales que haga de la respiración un suave silbido. Mi estómago, digiriendo o revolcándose juguetón sin nada que hacer o mis propios pensamientos que, tras tanto enfado no pueden parar de imaginar las barbaridades que haría a más de uno que tuviera delante que parece no respetar el descanso del resto.
Es por esto, entre otras cosas, que detesto el verano y su vorágine de turistas, restaurantes y 'celebraciones' que no atienden a nada ni a nadie, que no parecen entender que están en un lugar con vida, no en un parque temático aislado.
Siempre que tengo ocasión me gusta comentar una anécdota; hace dos veranos, pasando unos días en Hungría, aprovechamos para ir al lago Balaton, la zona de veraneo predilecta del país al no tener salida al mar. En una de sus instalaciones habilitadas para el baño —más parecido a lo que aquí pudiera ser una piscina municipal pero a lo grande, baños, bares, tiendas de souvenirs, heladerías, zonas de césped, etc.— nos agenciamos un trocito de suelo para colocar las toallas, sacar unos aperitivos y unas botellas de sidra de sabores. Tras un corto chapuzón en el lago me senté en la toalla a leer un poco y fue en ese preciso instante cuando me di cuenta que había casi completo silencio. La situación era esta; un lugar de baño en el único gran lago del país, en agosto, con todo llenísimo de gente, tendida, andando, bañándose, comiendo, hablando, tomándose algo en el bar; pero se comunicaban en voz baja, sin molestar en absoluto. Tenia a una pareja de personas mayores a dos metros de mi a los que apenas escuchaba susurrar. Y eso me provocó una envidia increíble.
Termino este texto escuchando la lluvia de caer antes de dormir y también recuerdo buenos sonidos como las tormentas o los mirlos de madrugada pero el peso de lo negativo esta más presente, para variar.
¡Hasta la próxima!
Te entiendo. Llevo tiempo también soportando ruidos de vecinos y eso que me he mudado varias veces. Es como si me fueran siguiendo. Es un mal terrible de nuestros días y creo que va a peor.
Yo uso tapones de silicona que compro en la farmacia por unos 3 o 4 euros la cajita de 6 unidades. Para dormir y durante el día.
Tendremos que ir a vivir a los bosques... 😄
Mucha fuerza! 💪
Tu carta y, sobre todo, la parte en la que mencionas lo de la gente mediterránea, me ha recordado al asombro del que no salí hasta un buen tiempo después de mudarme con mi familia desde el País Vasco hasta el mediterráneo. Nunca hasta ahora había entendido la marcada diferencia de costumbres en cuanto al volumen de la voz... Que esa diferencia tenga que ver con el tiempo que, tradicionalmente, se pasa en el exterior, tiene todo el sentido para mí.
Por cierto, existen unos tapones de silicona para los oídos, son pequeños y flexibles, y al parecer ayudan a suavizar los sonidos con más "aristas" sonoras, sin aislarte del todo. Te lo digo por si te sirviera de ayuda para dormir mejor... la gente se los pone durante el día también, para ir por la calle, etc.